[Álvaro
do Carvalhal, Los caníbales, Ardicia,
trad.: Enrique Moya Carrión, 2014, págs. 90]
Y se abalanzaron sobre
el magistrado como molosos hambrientos sobre una corteza reseca de pernil de
Lamego.
-Álvaro do Carvahal-
Rafael Chirbes in memoriam
El escritor portugués Álvaro do Carvalhal (1844-1868)
es una rareza literaria. Uno de esos personajes que Rubén Darío o Pere
Gimferrer habrían clasificado como “raro”: ese espécimen literario que encarna
en la oscuridad y el malditismo los valores estéticos más preciados.
En el caso de Carvalhal, muerto con veinticuatro
años, esa extravagancia literaria y el esplendor juvenil de su genio lo
emparentan con otro escritor coetáneo como Isidore Ducasse, el célebre conde de
Lautréamont (Los cantos de Maldoror).
Ambos viven, en la estela del maestro Baudelaire, las postrimerías de un período
artístico (el romanticismo) y lo consuman en sus respectivas lenguas, agotando
hasta la parodia estilística los rasgos específicos de dicho movimiento.
Mucho menos conocido, Carvalhal solo tuvo tiempo
de escribir una obra de teatro (O castigo
da vingança) y una colección póstuma de seis cuentos (Contos). El especialista Joao Gaspar Simoes señala que las
narraciones de Carvalhal “ocupan un lugar inconfundible en la evolución” de la literatura
portuguesa.
A juzgar por “Los caníbales”, me atrevería a
decir que su importancia traspasa fronteras y puede oponerse a la literatura fantástica
española (cuyos representantes más destacados, Alarcón y Bécquer, no llegaban
en sus ficciones a tales niveles de audacia y transgresión) e igualarse con la mejor
narrativa europea de fantasía y horror por el estilo artificioso y el humor
negro. No por casualidad, el genial cineasta Manoel de Oliveira adaptó Los caníbales en 1988 transmutándola en
una suntuosa opereta bufa de espíritu buñueliano.
Carvalhal llamaba “novelas” a sus relatos y
este, el más extenso, merece con creces esa consideración por su trama satírica
y sus juegos metaficcionales. Desde el principio, la figura del narrador ocupa
el protagonismo de la historia haciendo partícipe al lector de una supuesta
crónica que ha llegado a sus manos sobre hechos acaecidos no hace mucho tiempo en
medios de la alta sociedad. De ese modo, el narrador actúa en todo momento más
como comentador irónico de una historia extraña que como voz garante de la
veracidad narrativa. A través de las digresiones e interpolaciones va creando
el marco de recepción desde el que el lector podrá asistir al espectáculo de la
historia contada, tomando la distancia crítica requerida para juzgar la
anécdota mundana en toda su complejidad histórica.
Una joven burguesa de nombre fáustico,
Margarida, virgen casadera de temperamento romántico, se enamora perdidamente
del vizconde de Aveleda, un misterioso millonario de vida legendaria que
suscita en los salones la rivalidad masculina y la morbosa fantasía femenina.
Un tercer personaje, Don Joao, completa el trío principal con su perfil de
libertino seductor que se obsesiona por Margarida cuando esta, ejerciendo de
mujer fatal, lo rechaza sin dobleces. Toda esta historia de encuentros y
desencuentros pasionales ocurre en un entorno palaciego de fiestas lujosas y
banquetes opulentos. El acto culminante acaece durante la noche de bodas del
vizconde y Margarida, cuando el marido desnuda ante la mujer el siniestro engendro
que se oculta tras su fascinante apariencia y se desencadena la tragedia, entre
sublime y grotesca, bajo la mirada celosa del donjuán, que espía la escena por una
ventana.
Apasionado lector del Poe más negro, el Balzac más
fantástico y retorcido y el Baudelaire más irónico y moderno, Carvalhal es un
humorista visionario con sensibilidad ibérica y un observador cáustico de los procesos sociales, y sabrá
conducir la truculenta situación hasta un desenlace hilarante, con excesos carnavalescos
y un final feliz, pese a la grotesca crueldad de la situación, digno de una comedia
romana de costumbres.
La historiografía del siglo XIX registra cómo la
burguesía devoró a la aristocracia como a un suculento jamón. Nadie
como Carvalhal ha contado con tanta gracia y malicia la historia doméstica de
esa lucha encarnizada entre clases antagónicas.