martes, 28 de agosto de 2012

MICROPOLÍTICAS (4): UNA MÁQUINA DE GUERRA EN ESTADO DE IGNICIÓN


La revolución de la existencia a la que aspiraron los situacionistas –la construcción de una civilización lúdica donde pudieran crecer y multiplicarse los muy raros momentos de intensidad gratuita de la vida- consistía en apostar por el aumento del tiempo de ocio, inducido por la automatización creciente de los medios de producción, y en concebir su extensión definitiva a todos los aspectos de la vida cotidiana aún colonizados por la esclavitud asalariada.
-Stéphane Zagdanski, Debord ou La diffraction du temps [la traducción es mía]-

Paco Fernández Buey in memoriam

A lo largo de su carrera, Stewart Home (Londres, 1962) ha hecho todo lo posible, fiel a sus preceptos éticos y estéticos, por destruir su imagen pública. O por enmascarar su epiceno rostro inglés con un antifaz artístico más revelador que un primer plano. Home, riguroso y sistemático como todo escritor verdadero, sueña excitado con que su lector pueda imaginarlo, mientras lo lee con estupor y gozo, como un hedonista semental de miembro hipertrofiado protagonizando una película porno montada al azar por un delirante artista de vanguardia. Pero Home, con sus actos y gestos transgresores, aspira al mismo tiempo a que se le vea también como un artista disciplinado y serio, aporreando el teclado a todas horas con el sadismo frenético con que Picasso infligía sus pinceladas al lienzo recién desvirgado, o Lenin generaba en cadena exégesis revolucionarias de El Capital de Marx.
No conozco en su integridad el corpus narrativo de Home (13 “antinovelas” y un libro de “antificciones”), pero lo que había leído antes (la sulfúrea pornografía pulp de Cunt, la extraordinaria metaficción pornográfica y política 69 Things To Do With A Dead Princess y lo más reciente, Blood Rites of the Bourgeoisie, una sátira carnavalesca y transexual del medio artístico londinense) me permite calificarlo como uno de los más peligrosos e inclasificables escritores europeos del momento. Un terrorista literario tan revolucionado como revolucionario, esto es, alguien que, en tiempos de consenso anestésico, muestra nulo respeto por las reglas de juego vigentes en el medio y se burla sin complejos de los valores establecidos (incluidos los de los fans que pretenden beatificarlo como héroe marginal o alternativo). Emparentado con Kathy Acker, sus armas más corrosivas son la parodia de estilos literarios acreditados y de subgéneros narrativos, el juego apócrifo, la broma culta o vulgar y el plagio descarado de textos. La peligrosidad dialéctica de Home, un cáustico agente provocador y un feroz asaltante de la ortodoxia contracultural, es directamente proporcional a la abundancia de ideas incendiarias en sus libros y a la coherencia demente de su programa estético y político (su coeficiente de subversión es inversamente proporcional a su eficacia militante).
Una de las razones más poderosas para leer un libro radical como este (Memphis Underground, Alpha Decay, 2012, trad.: Antonio J. Rodríguez) es la posibilidad de participar, así sea desde las páginas de una anomalía narrativa, en una tentativa lograda de desmantelamiento de las bases que sostienen el estado de cosas en la cultura y fuera de ella. Para realizar esta hazaña Home recurre a la inventiva más provocadora y a las maneras narrativas más desconcertantes, de modo que su “antinovela”, una turbulenta combinación de autobiografía irónica, panfleto artístico y ficción fantástica, sea ya ese desmontaje en curso desde su concepción paradójica. Una máquina de guerra en estado de ignición. Home es ese escritor intransigente, tan raro hoy en un ecosistema cultural contaminado de un neoliberalismo apenas encubierto, que no se conforma, como todos los demás, con publicar y vender y rondar una y otra vez la fama mediática y disfrutar en mayor o menor medida de los (más que dudosos) privilegios sexuales y sociales de los artistas y demás servidores de la cultura mainstream. Nada de eso. Desde sus primeras prácticas neoístas de los ochenta y noventa, Home estaba convencido de que la impostura más auténtica y provechosa que un artista puede cultivar en el capitalismo de mercado consiste en denunciar con humor subversivo e inteligencia aguda la alienación básica que condiciona su vida diaria y, de paso, la vida, lo reconozcan o no, de todos los individuos que habitan bajo su dominio incontestable.
Con comicidad extrema, Home escenifica en Memphis Underground una sátira de la institución artística y literaria y la farsa cultural o subcultural contemporánea que sostienen el sistema sin perder de vista en ningún momento que sus vicios son secuelas inevitables del mismo orden socioeconómico y político en que se inscriben sin remedio. De ese modo, la aparición de la Muerte como personaje en la parte final, además de un guiño irónico a Laurence Sterne (y a su Tristram Shandy, modelo insuperable de cualquier narrativa excéntrica) y otro, más dialéctico, al lector para que no olvide que el triunfo del capital, como anunció el clásico, supone el triunfo simultáneo de la muerte, solo refrenda una de las escasas ideas positivas del libro, parodiando con sorna a Rimbaud: “La vida real estaba en cualquier parte”. Esto representa, entre otras muchas cosas, este explosivo libro, postmoderno a más no poder. Una invitación al juego más serio que pueda existir. Al juego de la literatura y, quizá sea lo mismo, al juego de la vida. Al juego de cambiar la vida.